lunes, 19 de diciembre de 2011

Ciencia y religion

Si tengo ciencia y no consiste en juzgar lo que veo si no en comprender lo que no percibo, 
no soy creyente de banas figuras ni de ídolos de cristal, 
ni soy orfebre de piezas que adornan lo mutable, alimentan la vanidad,
no sigo dogmas ni lanzo piedras contra mausoleos ni mucho menos pago diezmos por mi redención, 
mi templo no tiene cuatro paredes, ni una urna presuntuosa en la que depositare mi perdón
mi templo, mi templo eres tu.

A que estas jugando.

Te busco y te escondes, 
me voy y me sigues,
Te llamo y me cuelgas,
no comprendo a que juegas.


Te daría todo lo que tengo, soy de esos que cuenta con unos centavos en sus bolsillos, un borrador mordisqueado y un lápiz sin punta, 
de aquellos que toma apuntes en hojas sueltas que luego perderá antes de necesitarlas, 
de suelas gastadas por tanto caminar por no tener un auto o una moto en la que pueda transportarte,
de esos que ahorra de su pasaje para regalarte un clavel que de seguro desecharas por no ser ostentoso y frondoso como los ramos que suele regalarte aquel muchacho galante pero poco ilustrado en su hablar.


Puedo parecer desgarbado, desaliñado, poco interesante,
pero aun así por que me buscas?.


Que tengo que te atrae y que no hayas en aquellos que te prometen banalidades,
hombres insípidos que se quiebran ante tus desvariós como si de porcelana fueran.


Palabras fulanas de cabaret que solo buscan exfoliarte, 
y yo que solo quiero yacer en tu sonrisa no me tomas con seriedad y te pregunto de nuevo, a que estas jugando?

De esos que ves por ahi

Ya no creo en verbos conjugados ni en palabras vanas que ensimisman, puro cliché de poetas de esos que ves por ahí con un libro en la mano y unos lentes en el pescuezo, que recitan palabras burdas embarnizadas de dialéctica, desgastadas, tan hijas de puta como cualquier proxeneta que se vende, que ultraja la lengua de un erudito encasillado.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

...

No eran más que palabras fursias y vástagas de un desamor  lo que escribía. Necesitaba del sosiego de una tarde para recobrar el hilo de mi retórica y apaciguar la ira que me hacía lapidar mis letras. Como pétalos marchitos iba dejando las hojas sobre las que empuñaba y no escribía más que versos envenenados, colmados de frustración. Poco a poco que atenuaba esta amargura pude despejar mi mente de lo que tanto me abrumaba, y me di cuenta que había perdido mucho más que aquel resentimiento, había perdido lo que tanto me hacía humano.


Sentía mi piel de mármol, las manos de marfil y mis labios burdos, ahora era parte de otra pieza más de este juego insano, alienado de mis emociones, había  flaqueado  ante la esperanza de recobrar la fragilidad de mi ser.